Hace un año hoy, los ciudadanos
de los Estados Unidos eligieron discutiblemente el presidente más controvertido
en la historia del país. Un desarrollador de bienes raíces, actor de televisión,
y multimillonario, Donald John Trump saltó a la prominencia sobre una
plataforma populista, rechazando el verdadero conservatismo que enfatiza un
acercamiento de “América Primero”. Mientras que esto podría significar cosas
diferentes para personas diferentes, a Presidente Trump le interesa la
deportación de millones de inmigrantes ilegales, mayormente de ascendencia
mexicana. Como tal, ciudades controladas por los demócratas han comenzado establecerse
como “ciudades santuario” en protesta. A pesar del hecho de que la orden ejecutiva
de Trump para sancionar estas ciudades ya falló, estados como California
continúan luchar contra nuestra presidente en los juzgados y prometen cooperación
mínima con la ley federal. Personalmente, aunque respeto su razonamiento y
oposición a este exceso ejecutivo, con una administración tan poco ortodoxa, la
designación del santuario por los extranjeros ilegales sería un título desacertado
para alardear.
En
primer lugar, me gustaría hacer un negante; mientras admito que me inclino
levemente a la derecha en el espectro político, no soporto que esta
administración finja representar “los verdaderos valores americanos”. Además, me
da risa que los republicanos modernos piensa que defienden las ideales de la
Constitución de los Estados Unidos. Ambas fabricaciones crean un alto plano
moral falso, porque en lo que a mí perspectiva, ninguna de los partidos es más
culpable que la otra por profanar nuestra constitución. No obstante, cabe notar
que los Republicanos y su lealtad ciega a la retórica políticamente absurda del
Trumpismo presentan una amenaza inmediata para la cooperación bipartidista y el
sistema federalista. Por “[retirar] fondos públicos federales para las ciudades
que no colaboraran con la fuerza federal de detención y deportación de
indocumentados”, el presidente coercería las entidades intraestatales en
obedecer al gobierno federal, que es altamente inconstitucional. Según el
procurador general de California, Xavier Becerra. “La Administración Trump no
puede manipular las condiciones de los fondos federales para presionar a
estados, condados o ciudades para que apliquen las leyes de inmigración”.
Dado este conocimiento, estar
obligado a preguntar: ¿Si Presidente Trump y su gabinete no tenían reparos con
el desfinanciamiento de las principales ciudades paralizando los servicios de
emergencia, el bienestar y la infraestructura en el sufrimiento de los
ciudadanos comunes, es posible que esta administración podría intentar algo aún
peor? Está es la razón por qué me opongo a la idea de las ciudades santuario. Me
siento que estas ciudades y sus funcionarios públicos sean simplemente pintando
una diana en sus espaldas. Sabemos que “Trump aún considera que las ciudades
santuario son ‘una desgracia’” y ha tratado de castigar a la oposición por
apoyarlas. ¿Sería sorprendente si tarde o temprano la oficina oval se convirtiera
desesperada, declara la ley marcial y tratado de encarcelar a todos los
disidentes? Esto es, seguramente, muy poco probable, pero con el
establecimiento de las ciudades santuario, al menos Trump verá a quién apuntar
muy fácilmente.
Sin embargo, con respecto a los
alcaldes y los líderes comunitarios, todavía enfatizo con sus motivaciones para
esta forma municipal de protesta. Como he mencionado, el federalismo se basa en
el principio de mantener un gobierno central débil por, según la décima
enmienda, dar a los estados y ciudades la autoridad para reforzar los poderes no
descrita en la constitución; un documento que es casi sagrado para los
libertarios, como yo. Aparte de los costos monetarios astronómicos de una
política de deportación y sanción interna de los municipios comerciales, hay un
riesgo humano en las deportaciones prospectivas en que “aterrorizar a una parte
de sus ciudadanos con la posibilidad de ser deportados hace que no colaboren
con la policía, que no denuncien crímenes ni quieran ser testigos, y eso supone
una mayor amenaza a la seguridad”. Para una política que Trump dice que
mejoraría nuestra seguridad doméstica, fomentar una cultura de desobediencia
justificada con los agentes del orden parece bastante contraproducente a este
objetivo, especialmente para ciudades densamente pobladas.
Sin duda, una mayor parte de las
políticas de la administración Trump es aborrecible, y deberían ser opuestos
por nuestras unidades subfederales, si posible. En todo caso, aconsejo que la natura de esta
oposición sea más discreta, especialmente cuando se trata de un régimen tan
inestable y precario. Se desconoce cuál jugada Trump podría tomar para
contrarrestar la creciente disociación en todo el país, así el enfoque más
seguro es uno de precaución.
Preguntas de Comprensión:
- ¿Por qué crees que nuestra administración presidencial quiere crear un estado unitario, a diferencia de nuestro sistema federalista actual?
- ¿Qué piensas de las ciudades santuario? ¿Preferirías otra forma de protesta contra el gobierno federal? ¿O sientes que las ciudades santuario son una idea maravillosa?