sábado, 18 de noviembre de 2017

Ciudades santuario: ¿Está protegiendo los derechos humanos, o poniéndolos en peligro?

Hace un año hoy, los ciudadanos de los Estados Unidos eligieron discutiblemente el presidente más controvertido en la historia del país. Un desarrollador de bienes raíces, actor de televisión, y multimillonario, Donald John Trump saltó a la prominencia sobre una plataforma populista, rechazando el verdadero conservatismo que enfatiza un acercamiento de “América Primero”. Mientras que esto podría significar cosas diferentes para personas diferentes, a Presidente Trump le interesa la deportación de millones de inmigrantes ilegales, mayormente de ascendencia mexicana. Como tal, ciudades controladas por los demócratas han comenzado establecerse como “ciudades santuario” en protesta. A pesar del hecho de que la orden ejecutiva de Trump para sancionar estas ciudades ya falló, estados como California continúan luchar contra nuestra presidente en los juzgados y prometen cooperación mínima con la ley federal. Personalmente, aunque respeto su razonamiento y oposición a este exceso ejecutivo, con una administración tan poco ortodoxa, la designación del santuario por los extranjeros ilegales sería un título desacertado para alardear.
            En primer lugar, me gustaría hacer un negante; mientras admito que me inclino levemente a la derecha en el espectro político, no soporto que esta administración finja representar “los verdaderos valores americanos”. Además, me da risa que los republicanos modernos piensa que defienden las ideales de la Constitución de los Estados Unidos. Ambas fabricaciones crean un alto plano moral falso, porque en lo que a mí perspectiva, ninguna de los partidos es más culpable que la otra por profanar nuestra constitución. No obstante, cabe notar que los Republicanos y su lealtad ciega a la retórica políticamente absurda del Trumpismo presentan una amenaza inmediata para la cooperación bipartidista y el sistema federalista. Por “[retirar] fondos públicos federales para las ciudades que no colaboraran con la fuerza federal de detención y deportación de indocumentados”, el presidente coercería las entidades intraestatales en obedecer al gobierno federal, que es altamente inconstitucional. Según el procurador general de California, Xavier Becerra. “La Administración Trump no puede manipular las condiciones de los fondos federales para presionar a estados, condados o ciudades para que apliquen las leyes de inmigración”.
Dado este conocimiento, estar obligado a preguntar: ¿Si Presidente Trump y su gabinete no tenían reparos con el desfinanciamiento de las principales ciudades paralizando los servicios de emergencia, el bienestar y la infraestructura en el sufrimiento de los ciudadanos comunes, es posible que esta administración podría intentar algo aún peor? Está es la razón por qué me opongo a la idea de las ciudades santuario. Me siento que estas ciudades y sus funcionarios públicos sean simplemente pintando una diana en sus espaldas. Sabemos que “Trump aún considera que las ciudades santuario son ‘una desgracia’” y ha tratado de castigar a la oposición por apoyarlas. ¿Sería sorprendente si tarde o temprano la oficina oval se convirtiera desesperada, declara la ley marcial y tratado de encarcelar a todos los disidentes? Esto es, seguramente, muy poco probable, pero con el establecimiento de las ciudades santuario, al menos Trump verá a quién apuntar muy fácilmente.
Sin embargo, con respecto a los alcaldes y los líderes comunitarios, todavía enfatizo con sus motivaciones para esta forma municipal de protesta. Como he mencionado, el federalismo se basa en el principio de mantener un gobierno central débil por, según la décima enmienda, dar a los estados y ciudades la autoridad para reforzar los poderes no descrita en la constitución; un documento que es casi sagrado para los libertarios, como yo. Aparte de los costos monetarios astronómicos de una política de deportación y sanción interna de los municipios comerciales, hay un riesgo humano en las deportaciones prospectivas en que “aterrorizar a una parte de sus ciudadanos con la posibilidad de ser deportados hace que no colaboren con la policía, que no denuncien crímenes ni quieran ser testigos, y eso supone una mayor amenaza a la seguridad”. Para una política que Trump dice que mejoraría nuestra seguridad doméstica, fomentar una cultura de desobediencia justificada con los agentes del orden parece bastante contraproducente a este objetivo, especialmente para ciudades densamente pobladas.
Sin duda, una mayor parte de las políticas de la administración Trump es aborrecible, y deberían ser opuestos por nuestras unidades subfederales, si posible. En todo caso, aconsejo que la natura de esta oposición sea más discreta, especialmente cuando se trata de un régimen tan inestable y precario. Se desconoce cuál jugada Trump podría tomar para contrarrestar la creciente disociación en todo el país, así el enfoque más seguro es uno de precaución.

Preguntas de Comprensión:
  1.      ¿Por qué crees que nuestra administración presidencial quiere crear un estado unitario, a diferencia de nuestro sistema federalista actual?
  2.          ¿Qué piensas de las ciudades santuario? ¿Preferirías otra forma de protesta contra el gobierno federal? ¿O sientes que las ciudades santuario son una idea maravillosa?

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